domingo, 20 de mayo de 2012

Antonio Machado. Temas (III). La muerte

El tema de la muerte es consecuencia lógica de sus elucubraciones sobre el tiempo puesto que una es hija del otro. El tiempo es el que se encarga de conducirnos a la muerte, el gran enterrador de la humanidad. El tiempo no señala inexorablemente como seres abocados a la muerte: un ser para la muerte decían los existencialistas. La muerte está omnipresente, se le puede ver por doquier, en la destrucción, en la guerra, en la enfermedad, en el crimen. Su actitud ante la muerte no es igual a alo largo de la poesía de Machado. En Soledades... aparece como angustia personal (melancolía frente al paisaje) y llega a rebeldía con rasgos patéticos ante la muerte de su esposa en Campos de Castilla: Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. Los símbolos que en Antonio Machado se relación con es la muerte son muy numerosos: el mar, el ocaso, el otoño, la sombra, la luna. El mar como en Manrique simboliza la inmensidad de la muerte: Morir ¿Caer como gota de mar en el mar inmenso? ¿O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño, un solitario que avanza sin camino y sin espejo?(Proverbios y cantares) Sin duda la muerte ha angustiado a Machado durante años al no, por lo que parece, haber encontrado respuesta a sus desesperadas preguntas. Con el paso del tiempo irá recuperando ese sentido de esperanza que recupera tras la muerte de Leonor. Pero quizá no sea mas que una anhelo fugar que no apaga su sed de saber. ¿Después de la muerte no hay nada? Tal parece ser finalmente la pregunta sin respuesta o mejor la temida respuesta se corresponde con la pregunta. Se trata como en otros casos de una angustia existencial ante la evidencia de la nada, ante la presencia inicial y final de la muerte ineludible. Es una tarde cenicienta y mustia, destartalada como el alma mía, y esta vieja angustia que habita mi usual hipocondría. La causa de esta angustia no consigo ni vágamente recordar siquiera; pero recuerdo y, recordando, digo: sí, yo era niño y tú mi compañera. De modo definitivo la muerte aparece de la mano de Manrique de nuevo pero con un propósito distinto a que albergaba el poeta medieval. El poema: "Muerte de Abel Martín" en De un cancionero apócrifo; la escena: lecho de muerte de Abel Martín y visita postrera de la muerte; conversación entre la muerte y Abel Martín. Fin: "Quiso la muerte / sonreír a Martín y no sabía".

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